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domingo, 19 de septiembre de 2010

JUGAR A DIOS de Renate Mörder

La bestia abandona su madriguera, sale a plena luz del día, busca víctimas, olfatea el aire. La horrible criatura arrastra su excitación por la zona liberada en que se convirtió la ciudad. Su motocicleta devora las embanderadas calles desiertas. Se detiene en el semáforo y mira el reloj: van veinte minutos del primer tiempo y seguro empatan, a juzgar por la falta de estallido. Pero así es mejor, cuanto más nerviosos más atentos. Él está ansioso. Le transpiran las manos y los dos cargadores le pesan en los bolsillos de su chaqueta.

En la recova de avenida Paseo Colón encuentra a un linyera que escucha el partido tirado sobre un colchón mugriento. El depredador lo ve y sonríe, se siente como un chico con un frasco enorme de caramelos, se acerca y pregunta: "¿Cómo va?". El linyera le contesta: "Cero a cero" pero no llega a concluir la frase. La bestia, sin siquiera bajarse de su moto, dispara una, dos, tres veces con su pistola con silenciador y luego, rebosante de excitación, arranca y sigue derecho hasta avenida Independencia donde dos infortunadas cartoneras revuelven la basura. Otra vez la moto se detiene y el infame descarga su fuego, directo a la cabeza de una, directo al corazón de la otra.
Sigue adelante, aún hay tiempo. Cruza la 9 de Julio y un tanto contrariado ante la ausencia de posibles víctimas decide salir de las grandes avenidas. En una calle solitaria encuentra una mujer y otra vez jala el gatillo como si estuviera en una "kermesse" y huye dejando la sorpresita para los "giles" que salgan a festejar cuando termine el partido.
A los cuarenta y siete minutos las calles comienzan a poblarse de gente que sale apurada en busca de provisiones antes del inicio del segundo tiempo. La bestia compra cigarrillos en un kiosco y se mezcla con los humanos atribulados por el resultado del partido. "Empate, a vos te parece", "Con el empate nos quedamos afuera", "Malditos alemanes" repiten a coro "¡Vamos, vamos Argentina!".
Comienza el segundo tiempo y la cacería empieza de nuevo. Otra vez la ciudad desierta, sólo que esta vez está extremadamente desierta. No encuentra a nadie para suerte de ellos, para desgracia de él que percibe que su divertimento pronto concluirá.
Se detiene en un negocio de venta de electrodomésticos. Adentro, los vendedores miran el partido en más de diez televisores encendidos. Al ver que el resultado sigue cero a cero, maldice en voz baja. Una voz de alarma suena en su cabeza y la letra de una vieja canción viene a su mente: "Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina". Contrariado vuelve a montar su moto y permanece pensativo, detenido en la vereda. El grito de gol lo obliga a volver. A través del vidrio del escaparate confirma lo peor: "Argentina pierde, Argentina se está quedando afuera del mundial". Afiebrado regresa a su vehículo, acelera y comienza una búsqueda frenética, infructuosa porque "los muy mierdas están todos guardados". Enfurecido se detiene en una esquina y dispara contra un ave, contra un perro, contra un árbol, mientras la cuenta regresiva continúa. "Treinta minutos, treinta y cinco, cuarenta, cuarenta y cinco". El referí extiende su brazo y da la pitada final, el partido termina y las calles lentamente regresan a la normalidad y se pueblan de rostros desesperanzados.
La participación de la Argentina en el mundial de fútbol ha concluido. La selección retorna a casa. La bestia deja de jugar a Dios y vuelve a ser un triste oficial de policía.

5 comentarios:

  1. Buen relato, con muy buena prosa y un interesante planteamiento dramático. Felicidades.

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  2. Amigos:
    Muchas gracias por los comentarios
    Renate

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  3. ¡Muy buen final! Cada vez perfeccionás más tu estilo, querida amiga

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  4. Me gusta mucho y envidio tu forma de escribir.
    Este relato en concreto tiene una concepción (de principio a fin) y un desarrollo admirables.
    Un saludo.

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