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jueves, 2 de septiembre de 2010

SALVATAJE de Renate Mörder.


Ya habían transcurrido dieciocho días, dieciocho días de extrañarla, dieciocho días de preguntas sin respuestas.
El hombro ya casi no dolía, pero sí dolía el alma.

"¿Cómo pude enloquecer y obsesionarme con una mujer con la que sólo pasé tres horas de mi vida?" “¿Por qué me  eligió? ¿Por qué me dejó?”. Preguntas sin respuesta.

No había un día en que él no recordara nítidamente su rostro. Liliana, maldita Liliana que había huido despavorida dejándolo tirado sobre el pavimento. Malditos ojos, maldita boca, maldita mujer sin apellido que le había ofrecido el cielo y a cambio lo había sumido en su actual infierno.

“Massimo Della Chiessa” le había dicho él. “Liliana de Floresta” le había contestado ella riendo. El hombre hizo una mueca mientras recordaba esa escena y después la del hospital, cuando había pedido que la buscasen: “Se llama Liliana de Floresta”. “No hay nadie en la guía telefónica con ese nombre y apellido, seguramente vive en Floresta. Floresta es un barrio muy grande y sin apellido es imposible encontrarla” había sido la respuesta. En los días siguientes había abrigado la esperanza de que Liliana lo ubicara, después de todo ella sabía todo acerca de él: que era italiano de Milán, que había venido a pasar el año nuevo del 2001 con sus tíos argentinos que vivían en Almagro. Incluso creía haberle dicho la dirección del departamento de sus tíos. La había esperado día tras día, pero ya era obvio que no iba a venir nunca y que él no iba a saber nunca por qué lo eligió y después lo abandonó.

Massimo repasó una vez más lo sucedido aquella noche. El ruido había comenzado de pronto, mientras él caminaba por Avenida Medrano. Primero fue el tac tac de ollas y cacerolas, después se sumaron las bocinas de los automóviles. El ruido poco a poco fue creciendo y al llegar a la esquina de Rivadavia se había tornado ensordecedor. Sin tener idea de lo que pasaba, había comenzado a seguir a la manifestación. Hombres, mujeres, niños, ancianos cantaban a viva voz: "¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!".

“¿Contra qué protestan?” le había preguntado a alguien en su precario español. “Contra el gobierno” le había contestado. Entre curioso y divertido, había marchado con los manifestantes, y así sin quererlo, había llegado al Congreso. Se había apostado con su cámara fotográfica y su metro noventa en la esquina de Callao y Rivadavia en donde un grupo de jóvenes frente a las cámaras de televisión tocaba el tambor y bailaba como en un extraño ritual. Un inválido en su silla de ruedas daba vueltas alrededor de ellos con un cartel sobre el respaldo que decía "Fuera ladrones. Basta de robar". Massimo los miraba como quien mira un espectáculo circense. La luna se escondía detrás de la cúpula de la vieja confitería del Molino, cuando una melodiosa voz le habló en perfecto italiano. Era Liliana, y le pareció hermosa, demasiado hermosa para ser real.

Una ambulancia que pasaba por Medrano lo devolvió al presente. Se quedó mirando la calle, mientras recordaba con tristeza la cámara fotográfica que le habían robado. "Capaz que te la robaron los mismos que te socorrieron" le habían dicho sus tíos y se había querido morir, pues no le iba a quedar nada de ella, ni siquiera una mísera fotografía.

Desolado, siguió repasando las instantáneas de su mente: Ella, hablando sin cesar de Italia y sobre todo de Argentina. “Se despertaron, al fin se despertaron” repetía “Alguna vez tenía que pasar, se dieron cuenta al fin”, y le hablaba de la Patria, de la lucha y de un montón de cosas que él no comprendía. Él, mirando fascinado lo que hacía la brisa de la noche con su largo pelo rubio, mientras cruzaban la Plaza de los Dos Congresos, entre cestos de basura encendidos como antorchas. Ambos caminando por Avenida de Mayo, ante las miradas de la gente que los observaba con curiosidad. Él, pensando en lo hermosa que era y en que la gente los miraba porque no podía entender que hacía una mujer tan pequeña y hermosa con un italiano enorme y desgarbado. “Liliana” dijo en voz baja como invocándola.

Su tía ingresó abruptamente en el living, traía café con masitas. “¿Cómo decirle que no tengo hambre, que no necesito comer, que lo único que necesito es a ella?” La tía se fue y él volvió a sus recuerdos.

Estaban casi a dos cuadras de la plaza cuando habían comenzado los disturbios, las corridas, los gases. Massimo había intentado tomarla de la mano, para sacarla del lugar, pero ella lo había esquivado."No, no. Seguime". Habían doblado por una calle en dirección al Sur y después había sucedido el extraño episodio: en la esquina de una avenida desierta dos policías tomaban de los pelos a una chica, mientras un muchacho corría detrás de ellos gritando como un desaforado. En la escena siguiente Liliana corría en dirección al muchacho que traía una enorme piedra y parecía dispuesto a arrojarla con tal de salvar a su compañera. Luego, la piedra lanzada al aire estrellándose en el cráneo del uniformado. La imagen siguiente era la que más lo angustiaba. Bebió un sorbo de café como para darse fuerzas para seguir y después cerró los ojos y volvió a ver el arma del policía apuntándole al muchacho y vio a Liliana, valiente y luminosa, con su escaso metro sesenta parada delante del chico, con los brazos extendidos a modo de escudo gritando "Massimo ayudame".

Él había corrido en su dirección para protegerla y había sentido como el proyectil que iba directo a la cabeza del muchacho quemaba la carne de su hombro derecho. Después de eso ya no recordaba nada más. Sólo la imagen de la descascarada pared del hospital, sus tíos recriminándole y preguntándole que hacía ahí, y la extraña visita de la primera tarde: esa misteriosa jovencita que venía "de parte del chico al que le había salvado la vida" y le había dejado un papelito que decía "Gracias. Por favor, buscame".

Massimo sacó el papel de su bolsillo y volvió a mirar el nombre y la dirección que había al pie. Quizás ahí estuviera la clave del misterio. Al día siguiente salió de la casa de sus tíos con la excusa de ir a comprar algunos regalos y fue en busca del muchacho. Tomó un taxi hasta el lugar y se quedó parado mirando el local con persianas cerradas a los costados, la antigua puerta de vidrio en el medio, el modesto cartel realizado en sencillas letras negras.

Alguien se asomó y le preguntó: "¿A quién busca?" “Juan Manuel Biassotti” contestó Massimo, leyendo el papel.

Unos minutos más tarde salió el muchacho de la piedra, lo miró emocionado y lo abrazó efusivamente.
Ambos entraron al local. El muchacho hablaba sin parar, le agradecía, le presentaba a otra gente.
Massimo no entendía lo que le decían, miraba el recinto y las fotos en blanco y negro que, una al lado de la otra, colgaban de las paredes. Él ya había visto antes esas fotos, ¿En un noticiero? ¿En un documental?

Juan Manuel, consciente del efecto que producían en Massimo esas imágenes, lo tomó de un brazo y lo llevó hacia una pared que estaba más al fondo. Se paró frente a una fotografía y tratando de recordar la lengua de sus abuelos logró decir en italiano: "Esta es mi mamá, la secuestraron los militares en diciembre de 1979 cuando yo tenía dos meses. Ella me escondió en el balcón de una vecina y me salvó la vida...como vos".

Massimo observó la foto incrédulo y, mientras sentía que un escalofrío le recorría la espalda, se quedó mirando a Liliana, que en blanco y negro le sonreía, como aquella noche en el Congreso.

12 comentarios:

  1. Un relato interesante sobre una época de la que mejor olvidarse. Muy bueno.
    Ali Garcia

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  2. A los argentinos este relato nos pega mucho ya que representa dos épocas negras de nuestra historia: la dictadura militar y el neoliberalismo. Muchas gracias Renate por hacerle justicia a estos hechos
    Leonardo

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  3. Alina y Leo, gracias por los comentarios ;D

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  4. Renate...Una bella historia inserta en un momento histórico muy significativo...terriblemente significativo.
    Lograste intercalar hechos politicos y sociales a partir de la busqueda de Massimo, muy bien seleccionados, por cierto.
    Una real y maravillosa historia...un gusto leerte. Gracias!!!! y que se repita.
    un abrazo
    cleopatra

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  5. Buena la historia eh!,queda uno pidiendo más, son enganchadoras, cortas peros sabrosonas jeje..!Saludos y Éxitos..:)

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  6. Muy buen relato Renate! Excelente historia. Un placer leer tus escritos. Felicitaciones! Bee.-

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  7. ...el más delicioso suspenso hasta el negroblanco y hermoso final ...! ¡Eres maravillosa, Renate ...y, ¡Feliz Cumpleaños...!

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  8. Bueno, yo no había visto el largo pelo rubio, ni el misterio, hasta que los mencionaste. La escena de la manifestación me gustó, se muestra nítidamente. Saludos.

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  9. Bueno, yo no había visto el largo pelo rubio, ni tampoco el misterio, hasta que tú los mencionaste. La manifestación en la calle me gustó, se muestra nítidamente. Saludos.

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  10. ME ENCANTÓ ... SUSPENSO ATRAPANTE !!!!!!!!!!

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  11. ATRAPANTE HASTA EL MISMISIMO FINAL !!!!!!! FELICITACIONES

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