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jueves, 14 de octubre de 2010

LA ÚLTIMA ESCENA de Renate Mörder


Margarita y Emilia habían despertado en aquel sucio sótano. Estaban atadas por las muñecas y los tobillos con gruesas cadenas. Una linterna apoyada sobre el suelo era la única iluminación con que contaba el lugar. Una mujer con expresión extraña las observaba.
Emilia forcejeó intentando desatarse sin éxito, la miró furiosa y exclamó:
-¿Quién es usted y que quiere?
La mujer se acercó y apoyó el cañón de su arma sobre la sien de Emilia.
-Acá la única que hace preguntas soy yo.
Emilia cerró los ojos y Margarita aterrada se quedó quieta con la vista fija en la nueve milímetros.
-Señora por favor, no nos lastime…
La mujer sonrió con tristeza, siempre había fantaseado con hacerlas sufrir, con matarlas de miedo, con castigarlas, y ahora sólo tenía ganas de salir corriendo. Guardó la pistola en su cintura y las observó con detenimiento. Margarita estaba linda como siempre, lucía ropa cara y se la veía impecable con su exclusivo corte de pelo de actriz famosa. Emilia también estaba bien vestida pero nunca había sido bella. Ninguna de las dos parecía haberla reconocido y eso hacía amarga la venganza. Resignada preguntó:
-¿No me reconocen?
Las prisioneras la miraron con atención, pero nada les dijo aquel rostro demacrado y desagradable.
-Soy lo que quedó de Marina Lamarca.

El set de filmación estaba repleto de gente que vivaba a las tres pequeñas actrices. La serie televisiva que transcurría en un orfanato se había transformado en un éxito y el rol de Pía a cargo de Marina Lamarca era el más querido por el público. Margarita Rovira y Emilia Calegari, las amigas de Pía en la ficción, también eran ídolos juveniles. “Estas niñas prometen” decían los periodistas especializados y las tres niñas no paraban de soñar con Hollywood.
Margarita miró a Marina, era difícil imaginar tras la fea cicatriz a la preciosa chiquilla que había sido su compañera. No había sabido nada de ella después del horrible accidente, y prácticamente no se acordaba de su existencia, a pesar de que, gracias a que ella se accidentó, obtuvo su primer protagónico. No lograba entender el porqué de aquel secuestro, pero tampoco iba a preguntarlo, iba a hacer lo de siempre, esperar a que Emilia actuara.
Marina soportó con resignación el escrutinio de Margarita. Ella era la razón por la que estaba ahí, Marga había vivido la vida que le estaba destinada: Se había transformado en una gran actriz, estaba casada con el actor de moda, veraneaba en los mejores lugares, cobraba cachets millonarios.
-¿Qué querés de nosotras? –preguntó Emilia.
La respuesta no se hizo esperar:
-Quiero la vida de ustedes, la vida que me arrebataron.

El programa de televisión después de dos temporadas había llegado a su fin, ya a nadie le importaba demasiado la historia del orfanato. Los directivos del canal sólo tenían interés en renovarle el contrato a Marina, pues tenían pensado que protagonizara una serie para adolescentes. Emilia escuchó incrédula lo que le decía su agente, no había ningún interés en ella, pues era insoportable, sin talento y encima se había puesto gorda. Segura de que el único motivo por el que no la contrataban era Marina, decidió sacarla del medio. Con la excusa de ensayar, la condujo a un sector del escenario del estudio “c”, que sabía roto. La muchacha cayó de casi tres metros, y su rostro se incrustó malamente contra un fierro.
Emilia pidió auxilio de inmediato y se fingió compungida ante el desfigurado rostro de Marina, luego se fue a su casa a esperar a que la llamaran para contratarla, empezaban a filmar en una semana y no tenían protagonista.
-Nosotras no te arrebatamos nada- se apresuró a contestar Emilia- y yo menos, en tal caso será la vida de Marga que fue la que se quedó con tu papel en la serie que ibas a protagonizar.
Margarita la miró horrorizada.
-¿Cómo se te ocurre decir una cosa así? Yo no tengo nada que ver, fue la fatalidad, el destino…
-Vos te quedaste con todo y nosotras quedamos en el olvido – contestó Emilia rencorosa.
-A vos no te fue mal, te hiciste guionista y te fue bien, no tenés una mala vida.
-Yo quería ser una estrella.
-Siempre fueron dos perras egoístas- intervino Marina de pronto- ¿Quieren saber que fue de mi vida? Seguramente no les interesa, pero yo igual se los voy a contar. Ni con cinco cirugías lograron arreglarme la cara y no logré que me tomara nunca nadie más ni para hacer de payaso. Perdí el dinero, las ilusiones y como no tenía más capital que mi sonrisa termine limpiando la mierda ajena. No tengo familia y estoy sola y cansada, tan cansada como para pensar en pegarme un tiro. Entonces encontré la fotito del orfanato y pensé en ustedes. En vos Emilia, que quisiste ir a ensayar a esa mierda de lugar en donde se arruinó mi vida y en vos Margarita, que ni siquiera me llamaste y te quedaste con mi laburo, y decidí que quería que estuviesen en la última escena de mi vida.
Marina tomó la linterna del piso e iluminó el lugar. Emilia y Margarita observaron espeluznadas que la única puerta de salida del sótano estaba tapiada. Marina tomó el arma y apuntó su cabeza. Casi al unísono las prisioneras gritaron:
-Noooo
Marina sonrió y apretó el gatillo.

5 comentarios:

  1. Ya es habitual... estas historia tuyas me calan hondo, me conmueven... y eso, ¡me encanta!

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  2. Excelente Renate!!! Estaba esperando ansiosa una publicación tuya. Y como siempre... Buenísimo relato! Un beso. bee.-

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  3. Me gusta la manera en que narras tus cuentos... Te felicito.

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  4. Me preguntaba cuando escribirias algo nuevo y como siempre muy bueno.
    Valio la espera!!!
    Un abrazote amiga.
    (Adriana)

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  5. Una historia muy interesante si!! Tienes una forma de narrar que engancha muy pronto, enhorabuena.

    Un saludo!!

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