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domingo, 6 de septiembre de 2015

IRIS de RENATE MÖRDER

No me miren con esa cara de horror. ¿Cuántas veces pensamos en la forma de joder a la vieja, eh? Y ahora resulta que se preocupan por ella y justo vos Elena, que te la pasás llorando cada vez que te grita. No nos engañemos más. A vos, Claudia, te tiene de mucama y aunque ahora te hagas la buenita yo sé que cada mañana pensás en echarle un venenito en el cortado, pero no te animás y vos Francisco la odiás, si te tiene de cadete.
 Garmendia está parado en el medio de la oficina, viste traje gris, camisa blanca y corbata, pero hoy no está impecable como siempre, la corbata está desanudada y  su camisa y su traje se ven arrugados.
¡Basta! Terminemos con está mierda, es simple, la obligamos a firmar la renuncia y cuando nos acuse la hacemos pasar por loca. Va a salir bien, van a decir que Iris está grande y que está paranoica. Yo me quedo con su puesto y todos ascendemos y hasta podemos hacer entrar a tu pibe, Francisco. Vamos, que todos ganan, como en la perinola. Apóyenme no sean garcas, dejen de mariconear que “Si se ahoga con el trapo, que si le agarra un ataque, que si nos denuncian”. Si cerramos filas estamos a salvo, es nuestra palabra contra la de ella. Les juro que esto sale bien. Díganme que sí.
 Claudia, Elena y Francisco miran horrorizados a Garmendia que, sosteniendo una pistola de manera descuidada, los mira suplicante.
Vamos, juéguensela una vez en la vida, ¿A qué le tienen miedo? ¡Mírenla!
 Todos miran a Iris, la gerente de la empresa, que está atada en un sillón y tiene un trapo en la boca.
No es más que una vieja vencida que se alimenta de nuestras humillaciones.
 Garmendia se acerca a sus compañeros.
No voy a aceptar un no como respuesta.
 Todos le creen, todos asienten.
Así me gusta, a partir de hoy todo va a cambiar.
 Garmendia va donde la gerente y le saca el trapo de la boca. Se pavonea con el arma, le apunta a la cabeza.
Ya escuchaste Iris, si valorás tu vida vas a firmar tu renuncia.
 Iris no contesta. Garmendia la zamarrea.
Vieja maldita, reaccioná.
 La mujer no reacciona. Claudia se acerca, le toma el pulso.
La mataste, idiota.
 Garmendia la mira con ojos incrédulos.
No puede ser.
 Claudia, Francisco y Elena aprovechan su confusión y abandonan la oficina. Garmendia les grita:
No huyan como ratas, no sean garcas, no me dejen solo.
 Nadie vuelve, nadie contesta.

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