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sábado, 21 de noviembre de 2015

VARADO de Renate MÖRDER

El “Serena” estaba varado, tenía la vela izada y el motor encendido, no parecía tener tripulación alguna. Miguel lo abordó y halló un bolso con los documentos de identidad de sus dueños: Matías y Milena Wilson, jóvenes, bellos y adinerados a juzgar por las fotos, las tarjetas de crédito y la cantidad de dinero que llevaban encima. También había dos copas de vino, un bronceador y  unos zapatos náuticos. Todo parecía estar como lo habían dejado antes de irse, pero ¿Adónde te vas si estás en el medio del río?. Observó detenidamente el agua pero no había nada, sólo alguna que otra basura que flotaba en el río marrón. Llamó a su hermano que trabajaba en la Prefectura. Soportó su reprimenda cuando le contó que había abordado el barco por su cuenta y se quedó viendo como se ponían en marcha las investigaciones y las búsquedas. No hubo suerte, nada en el río, nada en la tierra, se habían esfumado. El misterio del "Serena" comenzó a formar parte de la vida de Miguel. Diariamente lo llamaba a su hermano para ver si había novedades. Así supo que los desaparecidos eran amantes de la náutica, que habían salido del Puerto Sur, y que en el barco habían hallado huellas dactilares que pertenecían a la pareja. El misterio del "Serena" también había copado los medios de prensa. Se tejían conjeturas: decían que la pareja se llevaba mal y que Matías había matado a Milena y se había ido al Uruguay. Otros, que era al revés y que habían reconocido a Milena en una playa de Canasvieiras, otros que se trataba de un pacto suicida y que habían decidido amarse aún después de la muerte. Todas fantasías, nada en concreto.
Ya llevaban un mes desaparecidos cuando en las Oficinas de Prefectura, surgió un testigo. Se llamaba Oscar Peret y había sido rescatado tras caerse al río en estado de ebriedad. Peret, al ver las fotos de los Wilson, había dicho que los conocía, que se había cruzado al "Serena" y que los había visto salirse del Río Sarmiento. Le tomaron declaración pero nadie dio demasiado crédito a sus palabras, salvo Miguel que al día siguiente navegaba con su lancha por el Tigre con un mapa que le había dado Peret. Se había alejado del Río Sarmiento, que era la principal vía por la que circulaban los barcos y se había detenido en un muelle casi tapado por la espesa vegetación. No parecía habitada esa isla, más bien parecía abandonada de la mano de Dios, se preguntó si no sería una trampa de Peret, si no aparecerían unos secuaces para asaltarlo, pero inmediatamente descartó la idea, él no era un tipo adinerado y su lancha era demasiado primitiva como para que alguien quisiera robarla. El suave murmullo del agua se hizo perceptible a sus oídos. El sol se filtraba como a través de un colador entre sauces, álamos y árboles frutales. La fauna susurraba, era hermoso, Miguel respiró hondo, se sintió vivo, conectado con el entorno, pleno, sentía que la tierra lo llamaba. Buscó en su bolsa un machete por si tenía que desmalezar, una linterna por si se le hacía tarde y una cantimplora de agua y descendió de la lancha. Encontró un sendero y empezó a seguirlo, sacó su teléfono celular para tomar unas fotografías pero lo guardó pues estaba sin batería y siguió caminando hasta que de pronto se dio cuenta de que estaba rodeado de cruces y de que pisaba una lápida de un cementerio. El sol se escondió entre las nubes y la tarde ya no le pareció tan apacible. Continuó su caminata y encontró un hotel abandonado, un bar con un piano lleno de telarañas y una pequeña iglesia de bancos de madera desvencijados, con una cruz colgando en el altar. Decidió volver, nada de lo hallado parecía relacionarse con los Wilson. Lamentó haberse dejado llevar por los desvaríos de un borracho. Regresó hacía el lugar por el que creía haber venido, pero el cementerio no estaba y al acercarse al río comprobó que estaba bajando en el muelle equivocado. Estaba perdido y el sol ya se estaba yendo a dormir. Siguió caminando, intentando, pero la costa parecía interminable y el muelle donde había dejado su lancha no aparecía. La luz de su linterna se murió lentamente. La noche descendió como una lápida sobre Miguel y lo tragó con su boca negra hasta que vencido se dejo caer.
Al amanecer, hallaron su lancha, estaba sola, varada. Inspeccionaron su interior y hallaron un teléfono celular, un machete, una cantimplora y una linterna.

#wordvember 19


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