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miércoles, 20 de enero de 2016

DESTINO de Renate MÖRDER

Diez años de novios y dos planeando la boda. Fiesta suntuosa, viaje al Caribe, vestido de diseñador, doscientos invitados, un evento digno de ser cubierto por la prensa si además de ricos hubieran sido famosos. Todo auguraba un futuro más que esperanzador para los novios. Todo estaba listo, pero un día antes de la boda una conversación entre Mica, la novia,  y la tía de Santiago, su futuro marido, alteraría el cuento de hadas para siempre. Apenas se enteró de la existencia de una gargantilla de diamantes que era la joya familiar, Mica lo llamó a Santi: «Quiero usarla, va perfecta con el vestido, tu tía me dijo que está en la estancia de San Pedro, hay que ir a buscarla». Él se negó, el viaje era largo, la ceremonia inminente, la gargantilla innecesaria. Discutieron como siempre lo hacían: La llamó caprichosa, egoísta, hueca y entonces Mica lloró desconsoladamente como una niña y él se enterneció con su cara de muñeca triste y se excitó con el vaivén de sus pechos. La discusión terminó en la cama, como tantas otras que habían tenido y esa noche, en la víspera de su boda, Santiago tomó las llaves de la estancia y partió en su auto en busca de la joya de familia para que al día siguiente la luciera su amada.   

El accidente fue a la ida, la muerte instantánea. La novia tuvo un colapso nervioso y tuvieron que llevarla a un hospital. La tía intentaba explicar qué hacía Santiago camino de San Pedro: «Me dijo que iba a darle una sorpresa a Mica regalándole la gargantilla de su madre». 

A la novia le recetaron unos calmantes que se negó a tomar. Abandonó el hospital, quería participar de la ceremonia funeraria y que se realizara en el salón donde iban a celebrar la boda. A nadie le pareció feliz la idea pero la vieron tan triste que accedieron. A las tres de la tarde trajeron el ataúd, lo pusieron en el medio del salón adornado con tules y flores blancas de distintos tipos y tamaños. Los familiares y amigos que habían asistido para la boda ahora desfilaban frente al féretro. La tristeza era tangible, circulaba entre las mesas y abrazaba a las personas hasta hacerlas llorar. A las cuatro llegó Mica y hubo un silencio rotundo, estupefacto, traía puesto su vestido de novia, arrastraba su larga cola de tules, caminaba hermosa y trágica como si se dirigiera al altar. Los invitados la observaban sin aliento y el fotógrafo documentaba el momento en que ella llegaba junto al cadáver de Santiago, le besaba la frente, intentaba colocarle un anillo en los dedos entumecidos, le dejaba su magnífico ramo de orquídeas naturales. 

El tiempo pasó y ninguno de los asistentes pudo olvidar el funeral. La familia de Santiago, que nunca había simpatizado con Mica, decidió poner distancia, pero ella una tarde se apareció por la estancia de San Pedro. «Creo que hay que cumplir con la última voluntad de Santiago, él quería que yo tuviera la gargantilla de su madre». La dejaron esperando en la sala. Discutieron tía y primos. No soportaban a Mica y odiaban el circo que había hecho cuando murió su pariente pero ellos habían heredado todo el patrimonio de Santiago y si el accidente hubiera sucedido unos días más tarde, Mica se hubiera quedado con todo. Decidieron dársela, era costosa pero no tanto como las propiedades y los campos. Abrieron la caja fuerte y sacaron el estuche de terciopelo marrón y con solemnidad se lo entregaron a la novia viuda. Ella abrió la caja y miró la joya con diamantes incrustados en oro blanco y platino. La tía la despidió con cortesía: «Nos entristece verte, nos recuerda a nuestro Santi. Íbamos a ser familia pero el destino no lo quiso, no lo tomes a mal si no volvemos a ponernos en contacto». Mica asintió y abandonó la estancia. Apenas salió a la ruta detuvo su auto y se puso la gargantilla, coqueta se miró al espejo y siguió su marcha. Al llegar al lugar en que Santiago tuvo el accidente paró en la banquina, volvió a mirarse al espejo, extrajo un frasco de pastillas de la guantera y una botella de agua mineral y se las tomó todas, luego se acomodó en el asiento y mirando al cielo dijo: «Santi, ahora voy».




LA NOTICIA:  
14/01/2016
Tailandia: Se casó con su marido muerto en el cajón.

2 comentarios:

  1. Parecía que ella era la desalmada, pero no, ella era toda emoción, aunque un tanto grandilocuente.
    Pero los familiares resultaron ser detestables, más interesados en heredar, que no heredara la novia, que en el muerto

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  2. Me alegro de que no haya sido previsible. Gracias por leer, abrazo!

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