© Renate MÖRDER |
El día del entierro, Ariadna dejó en la tumba de su hija Ema a su Barbie Rapunzel. Tardó dos semanas en tomar coraje para volver y al llegar comprobó que la muñeca ya no estaba. Dejó unas rosas en el florero situado a un costado de la fotografía de su hija y deambuló entre las pequeñas lápidas del sector infantil, buscándola. Observó con fastidio autitos y peluches, molinitos y cintas de colores que se movían con el viento. Todos los niños parecían tener sus juguetes, todos menos su hija. Recordó como Ema se desesperaba cuando alguna enfermera le quitaba la Barbie de su lado y sintió ganas de gritar. Deseó que llegara alguien para poder contarle, para poder preguntar si a sus hijos también les robaban los juguetes, pero era enero a la hora de la siesta y ella era la única viva.
Seguí leyendo este cuento en TREN INSOMNE
Inquietante y bien escrito.
ResponderEliminarUn gusto volver a leerte.
Fui a tu página, a leer el cuento completo. Me gusto la entrevista.
Y me sorprendió el desenlace.
Besos.
Muchas gracias Demiurgo! Besos!
EliminarLa intranquilidad, el desasosiego, y ¿por qué no?, algo de ternura, han sido algunos de los sitios por los que he pasado mientras leía el cuento. En el inicio sentí, al final del párrafo, un pequeño escalofrío. Me gusta tu manera de contar, Renate, leo por placer tus historias. Cuando lo hago tengo la sensación de que el tiempo literario tiene menos velocidad que el mundo exterior.
ResponderEliminarAriel
Ariel muchas gracias por tu comentario. Un abrazo!
EliminarHola, te había perdido la pista y ha sido emocionante volver a encontrarte. Adoro tus letras. Saludos.
ResponderEliminarQuerida Maripaz, muchas gracias.
EliminarAbrazos!